domingo, 24 de marzo de 2013

¿SOMOS LAS MUJERES MÁS TONTAS?

Recientemente se publicó una lista con las 10 personas más inteligentes del mundo. En ella -que se publica cada año-, sólo aparece una mujer. Y esto nos ha hecho reflexionar: ¿Es que acaso los hombres son más inteligentes que las mujeres? 

http://www.superscholar.org/smartest-people


Analicemos el tema:

El sistema de enseñanza -al igual que otros muchos aspectos-, en nuestra cultura tiene un enfoque masculino.

La única mujer que figura en la lista tuvo una educación por parte de su padre muy específicamente enfocada a convertirla en “inteligente”. Educación que adivinamos fue puramente “racional”.

La introducción del articulo ya advierte que determinar la inteligencia de una persona es muy subjetivo. ¿Cómo se mide el coeficiente intelectual de una persona? ¿Qué clase de preguntas se hacen? Tal vez sólo se toman en cuenta aspectos racionales y no emocionales que hoy en día ya se sabe que son una parte muy importante de la inteligencia.

Los recientes estudios sobre la inteligencia emocional especifican que, si sólo se desarrolla la inteligencia racional, el ser se vuelve indefenso ante el medio, torpe y falto de habilidades sociales.

En principio, el cerebro femenino tiene mayor desarrollo del hemisferio derecho con relación al izquierdo. Así mismo, el cuerpo calloso femenino (estructura que une ambos hemisferios) es más grueso. Ésta podría ser la causa de que las mujeres tengamos una menor capacidad para disociar el comportamiento emocional del racional. Otra de las ventajas del cerebro femenino radica en que posee habilidades distintas: mayor flexibilidad para adaptarse a situaciones nuevas, mayor sensibilidad e intuición. Dicho de otro modo, tenemos mejores posibilidades para desarrollar una inteligencia global.

Poseer inteligencia emocional es tener capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos, afrontar las circunstancias que la vida nos presenta, controlar nuestros impulsos, regular el humor, y experimentar empatía, entre otras características que influyen de manera significativa en el bienestar de las personas.

Las mujeres parecemos tontas frente a una sociedad que evalúa la inteligencia bajo ciertas referencias porque nosotras consideramos los acontecimientos más allá de la razón, vivimos y vemos las cosas bajo otros parámetros que los hombres no consideran signos de inteligencia.


Sin embargo, las estadísticas –hechas por hombres- nos dicen que el mayor índice de fracaso escolar se da en los niños, no en las niñas; las mejores notas tanto en educación secundaria como en universidades, las sacan mujeres… También sabemos pensar racionalmente.

Y en este ejercicio de pensamiento, intuimos que hay dos motivos fundamentales para que la mujer no salga en las listas de inteligentes:

-El primero: que nos interesa menos alardear. Nuestro trabajo siempre ha sido más anónimo y en equipo.

-El segundo: Quienes hacen las listas son varones, y no nos ven. Véase por ejemplo cuando dieron el premio Nobel a Watson y Crick por el descubrimiento del DNA, sin mencionar siquiera a la otra miembro del equipo de investigación: Rosalind Elsie Franklin. ¿Cuántas mujeres inteligentes se han quedado en el tintero?

No nos cansaremos de insistir, desde Inspiración Femenina, en que la mujer se forme, estudie, para que se convierta en un ser no dependiente, capaz de pensar por sí misma y tomar sus propias decisiones; para ser una mujer que gestione sus recursos. Y sin olvidar la incorporación de la inteligencia emocional –que tampoco hemos desarrollado adecuadamente-, para que nuestras emociones sean aliadas en lugar de impedimentos 


Decía el filósofo francés: Jean Claude Pascal que “el corazón tiene razones que la razón no puede explicar”. ¡Y qué cierto es! Pero también es cierto que las emociones muchas veces nos hacen cometer muchas torpezas. Razón y emoción no son antagónicos, simplemente hay que saberlos gestionar adecuadamente y dejar a cada cual en su lugar. Y sin duda, este aspecto es imprescindible introducirlo en la educación de los más pequeños. Les enseñamos a sumar y restar pero no les enseñamos como reaccionar cuando les surgen acontecimientos que trastocan su ánimo.

Seamos mujeres “capaces”, sin perder nuestra identidad femenina y capacitemos –en ese rol que nos corresponde como madres y educadoras- a niñas y niños








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