Las mujeres que tenemos hijos a nuestro cargo, nos
preocupamos muchísimo por su educación, y muchas veces nos sentimos mal cuando
no podemos pasar todo el tiempo que nos gustaría con ellos.
Hoy en día muchas madres trabajan y pueden ver a sus hijos
muy poco tiempo durante los días laborales. Por supuesto que a los niños, y a
nosotras también, nos gustaría pasar más tiempo juntos.
Aquí podemos hacer la
primera reflexión: es más importante pasar poco tiempo de calidad que mucho
tiempo sin calidad.
Está bien que nos preocupemos de que asistan a un buen
colegio, que no coman muchas golosinas, que vean la televisión poco tiempo,
etc. Pero ya se sabe desde siempre que el mejor método de educación es el
propio ejemplo. De nada sirve decir a un niño que vea poco la televisión si uno
se pasa horas y horas frente a ella; de nada sirve enseñarle que no debe mentir
si nosotros mentimos; de nada sirve decirle que no tenga miedo si en nuestra
relación afectiva ve miedo.
Y una de las materias que no deberíamos descuidar es la
enseñanza del respeto. Respeto por todo, por supuesto, pero que aprendan desde
siempre que a la mujer hay que tratarla con respeto. Para ello, lo primero es
respetarnos nosotras mismas; y lo segundo, no admitir ninguna falta de respeto
de los demás. Por supuesto, también debe vernos con una actitud respetuosa ante
el resto. Sólo así la palabra “respeto” será algo más que un vocablo vacío.
Otra materia “femenina” a enseñar (también con el ejemplo,
a ser posible), es la formación: que nos vean estudiar, interesarnos, mostrar
curiosidad, no abandonarnos a la comodidad de lo ya conocido… Si damos ejemplo
a nuestras hijas, si ven que nos desarrollamos en nuestra vocación, que
procuramos ser felices y no dramatizamos las situaciones, probablemente cuando
ellas crezcan lo habrán incorporado de verdad, y el cambio será real.
Si somos mujeres que nos creemos inferiores, que valoramos
la vida en la medida en que un hombre nos valora; si nos creemos que solo somos
un objeto sexual y nuestro sentido de belleza está enfocado en atraer al sexo
opuesto; vamos cambiando constantemente de pareja y perdiendo nuestra identidad
en el proceso… si seguimos con estos patrones de comportamiento todavía tan
comunes, es muy probable que nuestras hijas crezcan para convertirse en este
tipo de mujeres. ¿Y como no iban a hacerlo si nosotras somos su modelo de
referencia? ¿Cómo van a ser mujeres liberadas si no saben lo que eso significa?
También nuestros hijos varones crecerán pensando que una
mujeres tiene que actuar así y no tolerarán que su compañera tenga sus propios sueños e independencia.
Hoy en día las mujeres tenemos la responsabilidad de hacer
un cambio en nuestros pensamientos y actitudes. Es imperioso formarnos,
desarrollarnos, valorarnos, informarnos para poder hacer un cambio real en
nuestra sociedad patriarcal. Un cambio sin violencia, un cambio dedicado a
tener una mejor convivencia.
Sabemos que es difícil cambiar patrones de comportamiento
que parecen que estuvieran enraizados en nuestros genes. Pero hay que hacer el
esfuerzo. Si tenemos en cuenta que el futuro de nuestros hijos depende de
nuestro cambio, seguro que nos resultará más fácil.
Recordemos, además, que todas somos madres por el hecho de
ser mujeres; la responsabilidad de este cambio no se ciñe a las que tienen
hijos biológicos.
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