En una semana en la que la polémica sobre el
caso Pistorious está en el candelero, un articulo de opinión del NY Times nos
ha llamado la atención por la interesante perspectiva que plantea sobre el
tema, de tal manera que nos amplia la visión sobre la realidad de Sudáfrica, y
ello nos permite tener una mayor argumentación de cara a crear nuestro criterio
al respecto.
Llora, el país misógino.
By EUSEBIUS McKAISER
New York Times. Febrero 20,
2013
JOHANESBURGO
Es un trágico tópico el que Sudáfrica es uno de los
países más violentos fuera de las zonas de guerra. Y por todos los titulares
internacionales, el disparo que recibió la modelo Reeva Steenkamp de manos del
héroe olímpico Oscar Pistorius es
básicamente una historia muy sudafricana.
El encanto del señor
Pistorius, su belleza, talento, así como su rechazo a vivir una vida marginal
como discapacitado, han hecho de él el sueño de un comerciante. Y para la
frágil Sudáfrica, él era un símbolo de la obsesión del país por la superación
de los obstáculos. La historia personal del señor Pistorius nos recuerda la
historia milagrosa de ese país, de la liberación desde el apartheid hasta la
libertad. Pero, del mismo modo que en Sudáfrica, muchas verdades incómodas se esconden detrás de la aparente felicidad
doméstica entre el señor Pistorius y la señorita Steenkamp.
Habitualmente se
asume que la extendida pobreza, una tasa de desempleo del 25% y una profunda
desigualdad son los conductores que hay detrás de la violencia en Sudáfrica. Muchos
analistas afirman que eso es por lo que países mas pobres de la región, con
menores niveles de desigualdad, tienen menos crimen y violencia gratuita. La
inigualable desigualdad de la riqueza en Sudáfrica –eso e lo que se argumenta-
es lo que alimenta la violencia del país.
Pero el caso del
señor Pistorius muestra que la violencia no está limitada a los pobres o se
comete solo por los empobrecidos negros en contra de los ricos blancos. El
pasado de apartheid de Sudáfrica
normalizó la violencia como medio de manejar los problemas personales y
nacionales, y ha creado una nación paranoica y obsesionada con la amenaza del
crimen, donde aquellos que poseen los medios se arman en exceso y se disparan a
si mismos dentro de sus urbanizaciones cerradas.
Inicialmente, las
respuestas a la noticia del arresto del señor Pistorius parecían caer a lo
largo de las más familiares deficiencias raciales de Sudáfrica. Comentarios de
algunos blancos en paginas web de
noticias indicaban la extendida aceptación de la afirmación de Pistorius de
haber confundido a su novia con un intruso y la fácil identificación con el
miedo que le llevaría a coger y a disparar una pistola por temor a que un
criminal estuviera oculto tras la puerta del baño. Ellos culpan de la
“tragedia” a la incapacidad del gobierno -dirigido por negros- para afrontar la
epidemia de crimen en el país. La implicación era clara: pero para la
incompetencia de los líderes negros para proporcionar seguridad pública, la
señorita Steenkamp debería estar viva.
Mientras tanto,
algunos negros llamaron a mi programa de radio mostrando el juicio light que se
había hecho sobre Pistorius. Ellos me recordaron que los medios de comunicación
hablan liberalmente acerca de las acusaciones en contra de líderes negros, como
el millonario Tokyo Sexwale, quien fue acusado de abusar de su mujer. Su
impulso de juzgar de este modo a Pistorius, es, en parte, conducido por el
deseo de mostrar que el hombre blanco –aparentemente virtuoso y bueno- es capaz
de errar como un hombre negro.
Pero mientras la
historia se hace más compleja en las cortes, y la posibilidad de una historia
de violencia doméstica aparece, los sudafricanos, blancos y negros, están
siendo forzados a responder a la historia de Pistorius con mayor cautela y
menor odio.
Se avecina un largo
juicio. Pero hay algunas verdades aceptadas. Pistorius ha aceptado que mató a
la señorita Steenkamp, pero está aferrado en su afirmación de que creía estar
disparando a un ladrón. El equipo de la defensa afirma que el crimen es tan
extenso en el país, que el señor Pistorius ha temido por su vida muchas veces y
que razonablemente pensaba que los sonidos provenientes del baño eran de un
criminal. El gobierno insiste en que esta historia es incompatible con las
evidencias forenses de la escena y con los reportes de testigos que oyeron
gritos y pelea antes del asesinato.
Es imposible que la
defensa de Pistorius se mantenga en las cortes, pero la amplia descripción del
caso es indiferentemente familiar para los sudafricanos de todos los ambientes.
El señor Pistorius, ha quedado claro, está obsesionado con las pistolas y
profundamente paranoico acerca del crimen, tiene un temperamento brusco y ha
disparado una pistola en público; en un restaurante, supuestamente por
accidente. Según la portavoz del servicio de policía sudafricana, episodios de
“naturaleza doméstica” habían sido previamente reportados desde su casa.
La violencia contra
las mujeres y las niñas está descontrolada aquí. Justo dos semanas antes de que
Ms. Steenkamp fuese disparada, Sudáfrica despertó con la noticia de la muerte
de Aene Booysen, una chica negra de 17 años que había sido violada, destripada
y dejada morir en un lugar de construcción en un pequeño pueblo de la costa sur
del país. Los expertos dicen que una mujer es violada cada cuatro minutos en
Sudáfrica. Muchas mueren a manos de sus parejas, hermanos o amigos. La
espantosa violación y asesinato de esta chica de 17 años, que además era
adoptada, fue encuadrada por varios –incluyendo el editor de uno de los periódicos
más importantes- como una historia de lo que pasa cuando la pobreza y la
ausencia de padres biológicos reducen la única opción de vivir una vida
próspera.
Pero el caso de
Pistorius nos muestra que la violencia brutal contra las mujeres es un sufrimiento
con igualdad de oportunidades en Sudáfrica: no tiene respeto de si sus víctimas
son pobres o ricas, blancas o negras, de ciudad o de campo. Nuestra sociedad
está empapada en violencia. Una mujer no está segura ni en una chabola ni en
una mansión.
Ser discapacitado o
dotado atléticamente, no excluye aparentemente al señor Pistorius de ser como
otros tantos innumerables hombres sudafricanos: agresivo y posesivo, con un
sentido de propiedad en sus relaciones con las mujeres.
Y esta es la
historia real. Parecería que el señor Pistorius es más típicamente sudafricano
de lo que su excepcional historia de vida pudiera sugerir.
COMENTARIOS
DESDE LA INSPIRACION FEMENINA:
Nos ha llamado la atención el conflicto racial
que subyace en toda esta situación. Un problema que sigue estando, a pesar de
que el apartheid “desapareció” hace años. La situación real de una violencia
escandalosa hacia la mujer en un país en donde se considera que la violencia
está unida al concepto de negritud y de pobreza. Este artículo desenmascara que
la elite del país también cuenta con un importante contingente violento.
Los datos de la violencia contra la mujer en
Sudáfrica son escalofriantes: una
violación cada cuatro minutos, una mujer es asesinada cada seis horas, lo que
supone seis veces más que la media global. También tenemos datos de un estudio
realizado por el Consejo de Investigaciones Medicas (MRC en ingles), el cual
reveló que 1 de cada 4 hombres habían violado en su pasado reciente, muchos de
ellos habían agredido a más de una mujer, y uno de cada diez había participado
en violaciones en grupo.
La violencia contra la mujer en Sudáfrica es
mucho mayor de la media habitual y no se puede atribuir a una causa única, sin
embargo “Se puede aludir a la teoría de
Frantz Fanon: un país colonizado, brutalizado, en el que los oprimidos acaban
emulando a sus opresores; se puede aludir a la represión violenta y
disgregación familiar del apartheid; a que vivimos en una sociedad
terriblemente patriarcal que se ve amenazada; a la persistencia de estereotipos
referentes a lo que se espera de un niño y de una niña; a comunidades pobres,
con mucho desempleo, drogas y alcohol”
Desde la Inspiración femenina el caso de
Pistorius nos llama a pensar en algo que hemos repetido de una u otra manera:
La mujer siempre pierde. Y decimos esto, porque fíjense qué desproporción de
medios: La fiscalía contaba con la investigación del detective Botha, que
presentaba como prueba el testimonio de dos vecinos que aseguraron haber
escuchado gritos y discusiones en la casa antes de producirse el disparo. Esta
misma semana ha salido a la luz que este detective principal del caso está
acusado de siete tentativas de homicidio. Por sus antecedentes, su opinión ya
no tienen la misma validez, y ha sido desacreditado, como lo es tantas y tanas
veces la opinión de la mujer ante los conflictos. ¡Qué casualidad, que mientras
la acusación cuenta con el detective menos apropiado, el señor Pistorius está
asesorado por el mejor equipo de abogados de Sudáfrica! Tristemente este caso
es como un reflejo de la situación que se da diariamente entre el hombre y la
mujer: ella siempre tendrá las de perder.
Otro aspecto que queremos resaltar es la
tremenda presión social que hay sobre este caso, porque el señor Pistorius es
un héroe. No solamente un héroe nacional, sino mundial, como símbolo de la
superación personal. No olvidemos que es un varón, triunfador y, además,
blanco, por lo tanto a nivel inconsciente sus acciones van a ser más
justificables. En este punto se relaciona con la controvertida figura del
personaje de ficción del que hablábamos hace unas semanas: el señor Grey, que
gracias a ser un triunfador, se le permiten tener “sombras”. O el mismísimo ex
director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn que, a pesar
de haber sido acusado durante un tiempo, finalmente fue desacreditada la mujer
que lo acusaba de agresión sexual. Que, por cierto, ese caso aún sigue trayendo
cola, como mostraba un artículo del pasado jueves:
A modo de culminación, sí nos gustaría
resaltar la coincidencia de que este hecho, que ha tenido repercusión mundial,
sucedió el pasado 14 de febrero, el mismo día que también a nivel mundial
millones de mujeres y hombres nos poníamos en pie a danzar por la abolición de
la violencia contra la mujer en el proyecto “One Billion Rising” –comentado en
nuestro blog la semana pasada-.
Hechos y coincidencias de este tipo podrían
quitarnos la esperanza. Pero hemos de ser conscientes de que nos encontramos
ante un proceso de cambio lento que llevará –como dice el dicho- más de mil
años y muchos más. Ni este suceso ni ningún otro deben hacernos renunciar a seguir
poniéndonos en pie, a seguir danzando y a seguir haciendo proyectos en común.
No hay nada que deba detener nuestras intenciones, nuestras propuestas y
realizaciones, en aras de la comunión entre hombres y mujeres.